El 21 del presente mes, se dio el eclipse solar. Hubo comentarios como estos: fascinante fenómeno y admiración total por el eclipse. El espectáculo astronómico se observó en un 36% en Guatemala, mientras que en Estados Unidos la luna cubrió al sol el 100%, etc. (Prensa Libre).

 

Es oportuno ver qué dice la biblia

¿Qué enseñanza nos dio este fenómeno? Leamos: “Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor (…) porque grande es el día de Jehová, y muy terrible; ¿quién podrá soportarlo?” (Jl. 2:10-11). Y también: “…el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor (…) Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra…” (Mt: 24:29-30).

Dios habla para conocerle y obedecerle, pero desde Adán y Eva desobedecieron, comiendo del fruto del árbol que Dios advirtió no tocar; perdiéndose así la comunión entre Dios y sus criaturas, quienes buscaron alimentar su carne al ignorar que «el ocuparse de la carne es muerte». En esa condición, el hombre inició la destrucción y pérdida de los recursos naturales.

Salomón declara: “…vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Ec. 1:2). Esto sucede al estar separados de Dios. Pero si el hombre reconoce su error y se arrepiente, Dios nos perdona como perdonó a Jonás y a los ninivitas que iban a ser destruidos, pero oyendo y creyendo en Dios, se arrepintieron dejando el mal camino.

El evangelio dice: “…así como Jonás fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación” (Lc. 11:30). Una generación maligna y perversa que destruye la creación donde el hombre fue el sello o corona. Y porque  hay falta de conocimiento de Dios por el interés en la ciencia terrenal que hace creernos como dioses, amándonos a nosotros mismos y menospreciando al prójimo.

Si como humanos oímos a Dios que nos busca y nos llama, encontraremos el cambio, como ocurrió con Saulo, quien oyó: « ¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues? y respondiendo: Señor ¿qué quieres que yo haga? » Este encuentro permitió el cambio de Saulo por Pablo, quien fue llamado y escogido para llevar la verdad a los gentiles. En la palabra de Dios encontramos el cambio para dejar los afanes, para experimentar la paz y la esperanza de la vida eterna, si perseveramos hasta el fin, llevando el amor de Dios a los necesitados, sin acepción. Llevando la oportunidad de encontrar el reino de los cielos y su justicia. Entrando al descanso de nuestras almas y eliminándose las turbaciones del corazón, al dejar de afanarnos por la comida, la bebida y el vestido y como parte de la familia de Dios, esperando la venida del Señor.

Pablo dice a los convertidos: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:3). Sabiendo que en este mundo todo se acaba, pero si permanecemos en Cristo y él en nosotros, estamos en comunión con Dios y con los de la familia de la fe, hay bendición y vida eterna al oír y obedecer el mandato de amar a nuestro prójimo, al tener el espíritu del que nos amó y perdonó, creyendo que al partir de este mundo los que “…duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Dn. 12:2-3).

En el mundo, vale el que está preparado para la superación social y económica. Ahora, leamos: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mr. 8:36). Y recordemos: “…el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:17). Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios” (Ec. 2:26).

Los hijos de Dios necesitamos conocer al Padre y a su Hijo, oyendo su palabra y escudriñando las Escrituras, para amar al que nos llamó y perdonó. Y amar al prójimo comenzando en casa, pasando al vecino y si es posible llegar al mundo exterior. Recordemos esto: “…Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mt. 19:14). Si esto se experimenta en el hogar, nuestros adolescentes llegarán a jóvenes con la fuerza para enfrentarnos al enemigo que está matando, robando y destruyendo.

 

¿Qué sucede en nuestro entorno?

Vemos la destrucción y la muerte, donde los gobernantes tienen problemas, tienen planes pero no tienen fondos, no tienen fe. Pablo dice: “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”  (1 Ti. 6:8-9). Paráfrasis: A los ricos, no pongan su mirada en las riquezas, que son inciertas, pongan su mirada en Dios que da para disfrutar; hagan bien, sean ricos en buenas obras. Pablo dice: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y  los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe” (Vs. 20-21).

Hermanos: eduquemos a nuestros pequeños en casa, Como hizo Ana, la madre del profeta Samuel. Reforcemos nuestro conocimiento en la congregación, para estar preparados para toda buena obra. Leamos: “…Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina (…)  Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo…” (Ef. 4:14:15). Enseñemos el evangelio a toda criatura, sobre todo con nuestro testimonio. Amén y Amén.