Siempre que hablamos de religión pensamos en algo acerca de Dios. Algo espiritual y sublime. Una liturgia extrema y algo sobrenatural, hasta esotérico. Sin embargo, las religiones que profesa el hombre y que -según estadísticas actuales- suman ya más de cuatro mil quinientas «son más humanas que el hombre mismo»; ya que dentro del sistema se constituyen en la cimentación y sustentación del materialismo. Esto fue producto del “árbol de la sabiduría del bien y del mal”, el cual Dios advirtió categóricamente «no comerás de él», y de hacerlo la muerte era la cosecha; hecho consumado y juzgado. Jamás el hombre, alejado de Dios por la desobediencia, podría alcanzar mediante sus ideas el camino espiritual al Padre, ya que Dios mismo: “Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Gn. 3:24). Este se constituyó en algo inalcanzable por designio Divino.

Partiendo de ese hecho histórico relatado en las Sagradas Escrituras, se crean los primeros esquemas mentales del hombre por alcanzar lo que su pensamiento guardaba respecto al verdadero Dios. Y viviendo en cuevas, dibuja estrellas, soles, lunas, lo que consideró grande para él, cayendo en la ignorancia de dibujarse animales y adorarlos. Esos rudimentos religiosos han evolucionado en la mente del hombre y habrán religiones como cabezas de “homo sapiens”, pero Jesús advierte: “…porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5).

 

¿Y qué es religión?

Para resumir, la religión es un conjunto de creencias, normas, leyes, preceptos, dogmas y prácticas rituales, que surgen de un individuo o grupo. Esto se impone a las conciencias de los demás creyentes sin mayores argumentos, inducidos por el miedo, la culpa, la ambición de mejorar su estatus de vida y hasta por amenazas y acciones coercitivas, que incluyen fantasías, promesas y falsos milagros, envolviendo al mundo entero, el cual sigue vagando sin rumbo definido para él y camino a la condenación por la desobediencia: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido (…) y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Ro. 1:21 y 23).   Las variantes religiosas son aparentemente abismales, pero los principios diabólicos y perversos son los mismos: desubicar a los hombres de la búsqueda del Dios vivo y verdadero. Toda religión entonces es falsa, porque en ella hay verdades contundentes y mentiras solapadas en el sincretismo de mentes perversas que buscan para sí, alguna gloria, fama y aun beneficios materiales, negociando las almas a precio de engaño.

 

¿Entonces en qué y quién creer?

Dios es Dios y eternamente lo será. Sus obras, prodigios y maravillas, hablan por sí solas de su poder y su grandeza, y punto. Quién contra la evidencia de vivir, no por obra de la casual evolución de las especies ni por la teoría del “Big bang” -como modelo cosmológico- ni la teoría de la selección natural. Siempre habría alguien que pronunció «la vida», por  lo cual siempre habrá un creador y aquí terminará todo argumento filosófico, producto de la vanidad de la mente apartada de la influencia divina. Por lo cual, toda tendencia ateísta viene ya cayendo avergonzada, porque aun la ciencia misma tendrá que doblegarse ante la magnificencia del «ÚNICO Y SABIO DIOS», al comprobar que en la Escritura se evidencian hechos comprobables e innegables.

Es, entonces, en las Sagradas Escrituras, en donde Dios encubiertamente para algunos, no así para los creyentes, ha trazado toda la trayectoria de vuelta al Padre, anunciada por 16 profetas y un sin número de sacerdotes y escribientes en 66 libros (La Biblia), los cuales aunque hayan vivido en diferentes épocas y regiones, mantuvieron una interrelación perfecta de sucesos espirituales, los cuales hablan de una inteligencia superior, mostrando sabiamente y mediante el amor que sí hay oportunidad, pero no a la manera religiosa del hombre. Para eso y como obra magna, Él mismo se materializa en Jesucristo, proyectando en su forma de vida «la perfecta y eficaz religión».

         Nunca se mostró algo así: habiendo dado todo, entrega su vida misma en propiciación por nuestra maldad y para evidenciar su poder sobre la vida y la muerte -misterio para todo hombre-, resucita de entre los muertos, para que todo aquel que crea en esta «verdad absoluta» por medio de la fe, pueda heredar por ello de «su Espíritu», el cual como legado, permitirá un cambio de la ineficacia a un cambio radical de vida, ya que dice la Palabra: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Stg. 1:27).

Amado hermano, la búsqueda real de Dios no está en las religiones, es más: «Él mismo busca adoradores en Espíritu y en verdad… » Y dice: “…Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte (Gerizim, símbolo de una religión) ni en Jerusalén (símbolo de otra religión, judía) adoraréis al Padre” (Jn. 4:21). Esto es interesante porque Jesús no vino contra el pecador, sino, contra el pecado y no apoya ninguna religión, sino establece los verdaderos valores, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre, afrentando aun a la élite representativa de la religión del momento, para que no por obras ni valores humanos, llámese cualquier religión, pueda retornar a la dependencia de lo único eterno y verdadero que es nuestro gran Dios, a quien sea toda honra, gloria y alabanza. Amén y amén.