El significado del amor tiene varias acepciones. Según el diccionario enciclopédico, es el afecto por el cual el ánimo busca el bien verdadero o imaginario. Es el sentimiento que atrae a una persona hacia otra. Es el esmero con que se trabaja en una obra deleitándose. Es el sentimiento de algo propio con orgullo o vanidad. En estos conceptos pesa la carne y éste último, muestra propiedad, exaltación y vanidad, cosas que se contraponen a lo que Dios nos enseña, diciendo: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4). Esto lo afirma esto nuestro maestro que con sabiduría dice a la iglesia: “…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas…” (Mt. 11:29).

Vemos que Dios se da por amor al mundo y define que: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece…” (1Co. 13:4). El Señor transfiere ese amor al que deja los afanes carnales, buscando su reino y su justicia; transfiriendo al que cree: perdón, paz y salud. Si corremos con paciencia poniendo los ojos en Jesucristo, el autor y consumador de la fe, siguiéndole e imitándole, él nos otorgará la corona de la vida. Esto será la recompensa por oír su palabra y escudriñarla para ponerla por obra. Además, mediante la unción de su espíritu, podremos dar frutos dignos de arrepentimiento, sabiendo que él vendrá por su iglesia para recompensar a cada uno, según las obras de amor a Dios y al prójimo.

 

¿Quién es mi prójimo?

El diccionario (Larousse) nos dice: es cualquier persona con respecto a otro individuo o tipo. El diccionario expositivo del Antiguo y Nuevo Testamento, relata lo siguiente: las poblaciones se cruzaban al ir y volver de su trabajo; la vida doméstica estaba relacionada en cada uno de sus aspectos, por un amplio círculo de su vecindad; todo ello tenía que ver con privilegios y deberes del vecindario. Por ello, Salomón dice: “no dejes a tu amigo, ni al amigo de tu padre (…) Mejor es el vecino cerca, que el hermano lejos” (Pr. 27:10). Para Dios el prójimo es de valor. Por eso él nos dice: «ama a tu prójimo como a ti mismo».

“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen…” (Mt. 5:43-44). ¿Entiendes? Y también dice: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Ro.13:8). Esto será, si tenemos el amor de Dios que: “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser…” (1 Co.13:7-8).

Cuando el Señor Jesús enseñó a orar a sus discípulos, les habló sobre pedir cada día la palabra para crecer en conocimiento, en fe y en amor, para que demos frutos que muestren la presencia de Dios, amando al prójimo y perdonando como él nos perdonó.  “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt. 6:11-12).

Hermano, busquemos la guianza de Dios para llegar al final de nuestra carrera, testificando que amamos a quién nos amó primero y amando a nuestro prójimo. Mostremos en nuestra conducta la paz de Dios en medio de los problemas y aflicciones, sabiendo que si amamos a Dios, todo lo que nos pasa será para el bien de nuestra alma.

Si conocemos y entendemos las obras de Dios y que por amor nos sacó del mundo, podremos mostrar que por la fe vamos a vencer, porque Dios está con nosotros. La palabra y su espíritu nos guiarán para servir a los que necesitan conocer esta verdad que nos dio paz y libertad del mundo y de la carne.

Esta nueva forma de vida se obtiene, si evitamos las tentaciones y las codicias que nos hunden en destrucción y perdición, al entender que “…raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Ti. 6:10).

Que Dios nos ayude para no amar al mundo ni lo que hay en el mundo. “…Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Jn. 2:15-16).

Amados hermanos, hagamos la voluntad de Dios, amando a quien nos amó y perdonó. Amemos a nuestro prójimo y amemos a nuestros enemigos.  Que Dios les bendiga. Amén y  Amén.