Hace pocos días, Dios reunió a su pueblo para darnos alimento y de su Santo Espíritu para hacer su obra. El momento fue de sumo gozo al ver a nuestros hermanos para abrazarnos y edificarnos, entendiendo que debemos escapar de esta generación maligna y perversa.

Esto se fortaleció con los testimonios, especialmente al oír de nuestros hermanos que llamaban de diferentes departamentos y países para exaltar a Dios, por permitirnos los enlaces que fortalecen nuestra fe al conocer más de la verdad que nos hace crecer y fructificar. Y esperamos la reunión final, si perseveramos amando y sirviendo a nuestros hermanos, llevando la palabra a los que no han nacido a la nueva vida, sabiendo que el que oye y cree a nuestro Dios, no se pierde pues tiene vida eterna.

Agradecemos al Señor por las actividades de niños, adolescentes y jóvenes, alabando y dando gloria al Dios verdadero. Gracias a Dios por los estudios para perseverar. Cabe mencionar los estudios que el Consejo Pastoral dio al grupo de adolescentes, donde se vio sinceridad por conocer, amar y servir a nuestro Dios. Dejamos a los padres con la responsabilidad de guiar a sus hijos e hijas que saldrán al mundo a pelear la batalla de la fe, que viene por oír la palabra y ver el testimonio de los mayores.

Recordamos la nueva alabanza, que anuncia el final: «Cristo te llama a escapar del mundo, donde todo es vanidad. Y dice: escapa por tu vida, no mires atrás».

Gracias Señor por la revista Ekklesia, que contiene la doctrina y los testimonios que glorifican a Dios y nos edifican. Señor, gracias por la infraestructura en el graderío, que no es ingenio, es poder de Dios. No olvidemos a los que prepararon los alimentos. Como resultado de la fe, el amor y la unidad de todos los que sintieron del Señor, el querer y el hacer todo de buena voluntad, para que los hermanos recibieran la palabra que nos proveyó nuestro Dios para estar atentos a la gran reunión final, si perseveramos hasta el fin. La clausura sirvió para recordar que el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; que todas las obras serán quemadas. Por ello digo al pueblo: “…cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir…” (2 P. 3:11).

Recordemos: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Col. 3:2-4).

Para los que participamos de la Santa Cena, nos dice: “…no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mt. 26:29). ¡Qué maravilloso será, si perseveramos hasta el fin!

 

No olvidemos que para llegar al reino hay oposición

 

Jesús fue tentado por el diablo: “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todo los reinos del mundo y la gloria de ellos…” (Mt. 4:8). Nosotros también somos tentados porque estamos en el mundo y el mundo entero está bajo el maligno. El enemigo sabe nuestras debilidades y nos motiva para dejar el camino al Padre y a su reino, buscando sólo lo material.  Si oímos la palabra y tenemos fe, seremos libres. El Señor nos dice: “Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:32-33).

El Señor espera de su pueblo que seamos humildes, sin malicia, creyentes. Leamos: “…De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 18:3).

Jesús le dijo a Nicodemo, quien tenía mucha letra y era un principal entre los judíos: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3).

Dios a sus hijos les dice: “…porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro. 14:17).  Recuerda: tenemos que nacer de nuevo, debemos ser justificados por la fe para estar en la cena con el Señor en su reino, si perseveramos hasta el fin.  Amén y Amén.