Es la genuina credibilidad ante un hecho inminente -entiéndase próximo a suceder, casi inmediato- la que ha de crear en el alma, cuerpo y espíritu, un impulso enérgico y evidente hacia acciones, las cuales van, aun, en contra de nuestros anhelos y proyectos propuestos para esta vida. Eso es el “verdadero creer” y para creer es indispensable la fe, elemento espiritual que nos ha de mover a tomar decisiones que van en contra de algunos principios biológicos, sociales, impuestos aún como verdades. A mayores convicciones, más grandes y evidentes determinaciones, las cuales han de provocar el menosprecio a todo lo material para ubicarnos en esferas eternas y espirituales.

Ante este principio indubitable de la iglesia verdadera de Cristo -que estamos ya en el final de todos los tiempos-, los hijos estamos: “Velando y orando permanentemente”. Eso es estar de continuo en una actitud de espera y el esperar, es una alerta y esfuerzo extraordinario a pesar de las adversidades o contrariedades del medio y entorno. Hablemos, entonces, hoy de dos principios fundamentales para entrar en un verdadero espíritu de lo que es velar, considerando esto como: El hacer de un centinela o vigilar de continuo un objetivo, defendiéndolo de día y de noche, sin dormir ni “parpadear”, atendiendo a cualquier cambio de evento alrededor de lo que se cuida y no hay otra cosa más importante que ello.

Veamos entonces, PRIMERO: Es importante que a través de la profecía y el mensaje de la palabra escrita, entendamos la magnitud y veracidad del hecho -que el fin es pronto-, y que a través del escudriñamiento de la misma, visualicemos los tiempos y las sazones, las señales y figuras, el fundamento histórico y vivencial desde los inicios oyendo atentamente la revelación: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro.10:17).  “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí…” (Jn.5:39). Dios, desde siempre ha dado señales, aunque nuestro andar en el camino es por fe para creer a la profecía recibida.

Además, consideremos a Israel como una de las señales más importantes y evidentes, la cual no debemos perder de vista, ya que el mismo Señor Jesucristo se refiere así: “De la higuera (Israel) aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca” (Mt.24:32). En este pasaje -en cuanto a la tribulación, los fenómenos estelares, señales de trompetas y vientos- se ubica en el mismo Israel, quien está representada como la higuera, la cual renace como nación en el año 1948. Sin embargo, qué importante es analizar otros hechos, como los aspectos de la “globalización”, la cual está avanzando en todos los regímenes seculares tales como la economía, la ciencia, la política, la comunicación y la religión misma, bajo el espectro del ecumenismo sistemático.

Todo bajo alianzas o bloques internacionales, como las dadas en las guerras mundiales. Las de servicio como la Organización Mundial de la Salud OMS, la Organización del Tratado del Atlántico Norte OTAN, que nace en 1949, liderada por una nación poderosa para asuntos militares y de defensa, y la Organización de las Naciones Unidas ONU. Luego, hasta pequeñas alianzas con países tercermundistas, como el Mercado Común Centroamericano y otros, llegando hasta la significativa y poderosa “Unión Europea” (UE), la cual nace en 1993 con gran auge y poder, aun con moneda propia para competir con los grandes y ampliar también otras alianzas, para hacer cada día más grande el poder con el que un día el “666” (el hombre y sus derechos humanos), combatirán en el “Armagedón” supuestamente contra Dios, en donde encontrarán su derrota final: “Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón (…) Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra (…) para darle el cáliz del vino del ardor de su ira. Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados. Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como el peso de un talento…” (Ap.16:16-21).

Hay otras muchas señales, como el incremento de sismos y terremotos; la ciencia con un crecimiento desmesurado; las enfermedades del siglo ligadas a la perversión sexual; la aceptación y legalización de la maldición del homosexualismo, ligados a la unión matrimonial; la destrucción del medio ambiente; guerras y violencia en extremos de maldad, ligadas al hombre de pecado; la comunicación y redes sociales, y otras…

SEGUNDO: Ante la veracidad de los hechos -por la fe-, la iglesia verdadera del Señor adopta un espíritu, enrolado en una serie de actitudes que involucran todo nuestro vivir y andar sobre este mundo que nos alberga únicamente como peregrinos, pero, en el cual debemos dejar la marca indeleble de un testimonio manifiesto, mediante mis acciones y conducta, que deberán ser siempre y en todo momento, contrarias a lo establecido por la cultura de este siglo impuesta por Satanás y su reino. Esto implica: modas, metas, proyectos, participación, relación social, etc.

Y dentro de nuestro ser íntimo y personal, velando y orando permanentemente a la imagen de las vírgenes prudentes, quienes con su lámpara con aceite y encendidas, en prudencia lograron su anhelado encuentro con su amado, para gozar de las bodas del Cordero: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista con lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es LAS ACCIONES justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios” (Ap.19:7-9). Pero la figura recta y perfecta a la cual todos debemos de imitar en su actitud es, precisamente, la de Cristo: “…hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef.4:13).

En resumen de todo: es indispensable el conocimiento de los tiempos, para luego tomar actitudes en base al patrón eterno y perfecto, plasmado en la vida misma del Verbo hecho carne, manifestado en la plenitud de la deidad de Dios en Cristo y luego la iglesia dice: ¡VEN SEÑOR JESÚS! ¡VEN SEÑOR JESÚS! Amén y amén.