“Para amar a Dios hay que conocerlo”
Nunca, ninguna de las cosas que tenemos y vivimos son frutos de la mera casualidad. Antes bien, tuvo que haber una “magnífica” siembra, para recoger una “grandiosa” cosecha. Esto se aplica desde las cosas más sencillas y materiales, hasta todo aquello sublime y espiritual, leamos: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; […]