El verdadero creyente que lucha por ser fiel a Dios, siempre será el blanco de Satanás para atacarlo. Por ello, la importancia de conocer la palabra de Dios para hacer la guerra con sabiduría, como lo describe el apóstol Pablo: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8). De allí, que el diablo utiliza todo lo que hay en el mundo con mucha sutileza para engañar.

La palabra de Dios nos lleva a estar muy atentos y velando como dijo el Señor Jesús: “Velad y orad, para que no entréis en tentación…” (Mr.14:38). Y también el Señor nos enseñó a orar, leamos: “…cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto (…) Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (…) «Y no nos metas en tentación» mas líbranos del mal…” (Mt. 6:6-13).

El anhelo de ser librado del mal se refiere a escapar de esas sutilezas del diablo, que fácilmente pueden entrar por nuestros sentidos como también lo dice el apóstol Pablo: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co. 11:3). Aquí se aplica el término «astucia», como esa arma que el diablo utiliza para engañar al verdadero creyente. Pero Dios nos da la oportunidad para comprender las maquinaciones del adversario, leamos: “…para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Co. 2:11). ¡Qué glorioso!

Dios viste a sus hijos con las armas espirituales necesarias para poder descubrir y destruir las sutilezas del adversario, leamos: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas…” (2 Co. 10:3-4). Dios, por medio de su Santo Espíritu  en nuestras vidas, nos da la capacidad de desbaratar esas fortalezas del enemigo.

Dice la palabra: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo (…)  Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes (…) orando en todo tiempo con toda oración y súplica (…) por todos los santos…” (Ef. 6:10-18).

La Biblia nos muestra muchos ejemplos para que tomemos enseñanza.  Uno de ellos es cuando el rey Ezequías recibe a los enviados de Babilonia. Estos enviados llevaron cartas y presentes a Ezequías, y él se regocijó con ellos. Y les mostró la casa y todo lo que se hallaba en sus tesoros, todas sus armas y todo lo que estaba en sus dominios. Sin imaginarse que todo aquello que les mostró, sería llevado a Babilonia; aun sus hijos serían tomados cautivos (léase Isaías 39:1-8).

Otro ejemplo, es el de un profeta de Judá que amonestó a Jeroboam. Luego de haber dicho la palabra de Jehová que le había sido encomendada, este varón de Dios rechazó la invitación del rey Jeroboam para comer en su casa y recibir un presente. Pues tenía mandato de Jehová para no comer ni beber ni regresar por el mismo camino. Sin embargo, un viejo profeta escuchó todo lo que estaba sucediendo. Y se dispone a ir tras el varón de Dios, para traerlo a su casa a comer y a beber. Cuando lo encuentra, usa la mentira como un arma astuta para engañar al profeta. El final de la historia es trágico, como sucede en todos los acontecimientos donde hubo desobediencia (léase 1 Reyes 13:1-34).

En ambos ejemplos podemos ver y entender cómo, el rey Ezequías y el varón de Dios,  no se apercibieron del peligro y del engaño que se presentó. Nosotros como creyentes debemos de velar por nuestras vidas y por nuestros hogares. El máximo ejemplo es el de nuestro Señor Jesucristo, quien rechazó todas las propuestas del diablo, al querer negociar con él (léase Mateo 4:1-11). Luego, descubrió, que uno de sus discípulos más cercanos, Pedro, estaba siendo utilizado sutilmente por su adversario. Y tiene que decirle: «quítate de delante de mí, Satanás, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres». ¡Gloria a Dios! Busquemos a Jesucristo, ya que sólo en él hay abundancia de colirio para que sean abiertos nuestros ojos espirituales. Que el Señor les bendiga. Amén y Amén.