Vivimos en territorio enemigo. Satanás, momentáneamente tiene el control de todo el sistema mundial: las ciencias en sus diversas áreas, el arte, la política, la economía y el poder. Sin escaparse ni las mismas organizaciones religiosas establecidas, que se han vendido por fama y/o dinero al mejor postor: “…y el mundo entero está bajo el maligno” (1Jn.5:19).

Como en todo sistema la guerra, con sus distintas estrategias y modalidades, es la que ha de conseguir el dominio progresivo para mantener el dominio total y mediante alianzas, alineados y alienados, el imperio satánico alcanza ya dimensiones incalculables. En cuanto más tiempo pasa, ese poder pretende desplazar a su principal enemigo que somos precisamente ese ente vivo llamado “Iglesia”, que teniendo a Cristo por cabeza se ha establecido como un -reino dentro de otro reino-. Constituyéndose en la luz y la sal de la tierra, ya que como promotor y elocuente cuerpo espiritual, marca clara y específicamente el bien y el mal mediante la prédica vivencial y evangelística, puntualizando un contraste que debe hacerse notar sin temores ni complejos, por eso: “De cara frente al enemigo”.

Sólo la iglesia verdadera del Señor se pronunciará categóricamente en contra del sistema establecido y mediante vestirse de toda la armadura espiritual ¡No da marcha atrás! Dando la cara de frente ante el enemigo, el cual quiere amedrentar y distorsionar la obra y la ministración a través de esa unción gloriosa de un pueblo que se niega a comer la comida de Nabucodonosor, representada en las molicies humanas que el mundo ofrece en diversidad de maneras: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Ro.1:16-17).  Además: “…nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (He.10:39).

         Somos la iglesia del Señor y pelearemos “los derechos de Dios” y no los derechos de los hombres, manifiestos mediante los llamados “Derechos humanos”: Derechos de aquí, derechos de allá, derechos y derechos y más derechos. Exigencias al creador mismo a través de organizaciones humanistas como sindicatos y asociaciones humanas, comandadas por hordas demoníacas. Entes inconformes con todo, que no sólo destruyeron como hombres la creación producida por la sabiduría e inteligencia divina, sino que han degenerado todo el ecosistema, incluyendo la moral y los sentimientos. Transgrediendo así la verdad absoluta, manifiesta en la bendita “Palabra de Dios”, la cual Él mismo establece y otorga al hombre como el -manual del fabricante-, el cual es categórico en aspectos como la sexualidad torcida manifiesta por los transgéneros, los cuales ahora son apoyados por legisladores, políticos y muchas religiones, vendidos al sistema de maldición satánica, desplazando aún los más caros valores eternos, sin medir consecuencias de juicio sobre toda esta generación perversa.

         La guerra, entonces, está muy bien definida, ya que para que haya guerra tendrán que haber dos criterios totalmente claros y antagónicos; y cada quien peleará ardientemente en diferentes campos diversas batallas, que en este caso son “Espirituales”: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef.6:12). Amados, estamos en “guerra” y hoy hemos sufrido una herida ¡qué duele! Pero esta es sólo una batalla, la cual aún es: ¡¡¡Victoriosa!!! Porque la luz prevalece sobre las tinieblas. Porque ninguna arma forjada, prevalece sobre la iglesia del Señor: “…que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, SIEMPRE ESTAMOS ENTREGADOS A MUERTE por causa de Jesús…” (2Co.4:8-11).

         Si entendemos claramente nuestra posición, en cuanto a ser soldado de un ejército espiritual y que además hay un enemigo real y poderoso, y que tenemos limitaciones grandes por ser de una naturaleza de barro, tenemos entonces que aplicar en cuanto a las instrucciones precisas de nuestro Capitán que es Cristo, el cual va por delante y que mediante la palabra inspirada por Él, nos recomienda: “…tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes (…) ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de la justicia, y calzaos los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe (…) el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y suplica en el Espíritu, y velando en ello en toda perseverancia y súplica por todos los santos…” (Ef.6:13-20). Y algo aún de evaluar, iglesia amada, es considerar cada uno nuestros caminos personales, mediante la conciencia concebida por el Espíritu Santo, ya que: “¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? (…) Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová; levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos” (Lam.3:37-41). Sin embargo, la guerra sigue, vienen nuevas batallas y con ¡ánimo! y salud espiritual “de cara frente al enemigo”, defendamos esta bendita causa con consecuencias de eternidad con nuestro Dios. ¡Ánimo! El fin de las batallas está cerca y Cristo viene pronto. Así sea, amén y amén.