En el mundo, sin Cristo, somos engañados por esta generación maligna y perversa. Al no conocer a Dios no nos gusta servir, sino esperamos ser servidos al creernos más que los demás, por no conocer al que dice: Aprendan de mí, que soy manso y humilde. Así se vive en el mundo donde reina la maldad y por ello la mayoría teme a todo, especialmente a los que roban, matan y destruyen, por el espíritu del maligno, que no quiere a Dios ni a su creación.

Los hombres para escapar o atenuar la maldad, echan mano a los distractores que desvían aparentemente de la realidad social, a lo que distrae la mente; agradando a la carne, con el recurso del árbol de la ciencia que hace bien y mal. Dios ha dicho que en el tiempo del fin la ciencia aumentará, la fe que viene por oír a Dios escaseará y el amor se enfriará. En la comunidad cristiana se habla de Dios, pero los frutos no se ven; por ello la palabra dice: Muchos son llamados, pero pocos son escogidos, para amar a Dios y servir al prójimo. Se habla de amor, unidad y paz, pero no se ven esas virtudes. Jesucristo, Dios hecho hombre dice: “…Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn.8:31-32).  Gracias Señor, por esta palabra que fue llevada a los gentiles. Como fue promesa al Padre de la fe Abraham, a quien le dijo Jehová: “…En ti serán benditas todas las naciones” (Ga.3:8).

Cuando no se conoce a Dios no le tememos y sentimos miedo por todo lo que se ve o se oye, nos enfermamos o morimos sin Dios, sin fe ni esperanza de la vida eterna. Oyendo la Palabra de Dios con necesidad, encontramos la salvación al creer: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan  a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn.17:3). Conociendo a Cristo experimentamos paz y seguridad, y los miedos desaparecen, porque el perfecto amor hecha fuera todo temor 1 Juan 4:18.

El apóstol Pedro dice a Jesús: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa (familia…) o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo (…) con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna” (Mr.10:28-30). Esto nos mueve a decir: “El morir es ganancia y el vivir es Cristo”. Agregamos: “…porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Ro.8:13). Es verdad, no es nuestra obra, es la fe en la palabra. Si oímos y vivimos la palabra, Dios nos toma como: “…la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce (…) recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada” (He.6:7-8). Leamos: “Bienaventurados, los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt.5:10).

Para los seguidores y servidores tenemos mandamientos: “…Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto  conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn.13:34-35). Otro mandato “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Ro.13:8).

La invitación es para los que no están sirviendo en la iglesia y que quieren la vida eterna: “…Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo aquel que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mt.16:24-25). A los creyentes nos dice: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Jn.15:8).

Si somos llamados, neguémonos para ser escogidos amando a Dios, a los hermanos y al prójimo. Amén.