En Guatemala, en el año de 1950 vivían cerca de 3 millones de personas, hoy estimamos un incremento donde la población supera los 17 millones de personas. La economía del pasado, mostró que nuestra moneda se valoró más que el dólar, en la actualidad sucede lo contrario. En educación teníamos una universidad, hoy hay más de cinco, con extensiones en los departamentos. Agreguemos que los que no pueden asistir a las aulas todos los días, hoy pueden estudiar los fines de semana. Hoy además de las licenciaturas, las universidades otorgan créditos para maestrías y doctorados.

¿Cuál es el efecto de tanto profesional? Según la Biblia, aunque tengamos muchos científicos, el hambre permanece, la desnutrición se evidencia, y la corrupción se eleva aún más en las instituciones, al grado que estamos recibiendo apoyo del exterior.  La maldad se ha incrementado tanto así, que no hay capacidad para mantener a tanto corrupto. Sumemos a esto, la pérdida de los recursos naturales, por ejemplo: El Petén, que se consideró como uno de los pulmones para América. En otros efectos, tenemos como ejemplo: en los buses antes en la ciudad, nos conducíamos en paz por 5 centavos, hoy se necesitan 500 centavos, con el agravante de ser asaltados, o no llegar al destino.

Esto y otras cosas más, están afectando a las familias. Además de lo económico, la salud se ve afectada por efectos psicológicos y biológicos que se quieren solucionar o atenuar, acudiendo al médico y a  comprar los medicamentos. Cuando no se puede, se acude al licor, a las drogas; ni mencionamos los hospitales que están sin presupuesto. Otra forma de escapar que se tiene es emigrar al norte, donde la travesía es incierta, pueden ser capturados, o estafados por el coyote.

Si leemos las Escrituras encontramos: “…en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor” (Ec.1:18). Para el tiempo del fin, se dijo: “…y la ciencia se aumentará” (Dn.12:4). Pablo escribe a Timoteo: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe…” (1 Ti.6:20-21). Está escrito que la fe se desvanecerá, el amor se enfriará y la ciencia aumentará. Lo anterior se cumple porque el hombre por la ciencia y el dinero, menosprecia a Dios.

Por amor a la humanidad, Dios nos envió a su Hijo Jesucristo, para enseñarnos a vivir para él y morir al mundo. Si oímos la Palabra y la creemos, somos salvos del espíritu satánico que engaña, mata, roba y destruye, Dios nos llama: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt.11:28). El trabajo, sin la guía divina da dinero, pero no da paz ni salud. Entendamos que el amor al dinero es la raíz de todos los males, Dios advierte a sus hijos: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? (…) Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt.6:31-32).

A los arrepentidos y convertidos, el Señor nos dice: “Deléitate en la ley de Jehová, medita en ella y serás como un árbol plantado junto a corrientes de aguas, que fructifica a su tiempo, y todo lo que hace prosperara” (Paráfrasis de Salmos 1:2-3). Para no perdernos en el mundo, oigamos su Palabra que alumbra nuestro camino, agradándole y venciendo al mundo. Lea este extracto de la Palabra: “Hay bendiciones sobre la cabeza del justo…” (Pr.10:6). “El sabio de corazón recibirá los mandamientos…” (V.8). “La obra del justo es para vida…” (V.16). “Camino a la vida es guardar su instrucción…” (V.17). “La bendición de Jehová es la que enriquece…” (V.22). “…Mas el justo permanece para siempre” (V.25). “El temor de Jehová aumentará los días…” (V.27). “La esperanza de los justos es alegría…” (V.28). “El justo es librado de la tribulación; mas el impío entra en lugar suyo.” (Pr.11:8).

Si le creemos a Dios hay salvación, No necesitamos embriagarnos, ni buscar fiestas, porque Cristo es nuestra fortaleza. La comunión con Dios es nuestra fiesta recordando su muerte, ya que nos dice: “…Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado (…) después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto de mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lc.22:19-20).

En el cielo hay fiesta cuando un pecador se arrepiente. Nosotros nos alegramos al recordar que estando muertos en delitos y pecados, él nos llamó para ser salvos de esta generación, para servir a los necesitados. Sirvamos a Dios para ser salvos. Amén.