Somos la iglesia de Cristo, como un ente o compañía llamada aparte. Y aunque “no somos del mundo, estamos en el mundo” (lea Juan 17:14-16). Y bajo ese principio, nuestro objetivo no es vivir como ermitaños, quizás arriba de un árbol, o algún monasterio arriba de algún monte o roca altísima y lejana. Tendremos necesariamente que convivir, compartir y muchas veces decidir sabiamente de acuerdo a las circunstancias existentes. ¿Qué hacer para trabajar, subsistir, participar y muchas cosas más? Y también: ¿Cómo predicar el evangelio, si no tenemos comunicación con el mundo?, ¿Cómo trasladar nuestros testimonios de vida?, ¿Imposible, verdad?, ¿O no?

El gran problema en cuanto a la educación secular

Vivimos dentro de un sistema que impone sus principios y doctrinas, de acuerdo a la gran legislación satánica, predominante, leamos: “…y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). Pero el pueblo de Dios, siempre ha sido guiado a través del mundo, como aquella “columna de humo que sube del desierto” (lea Cantares 3:6). Dios, integralmente, por siempre y para siempre ha sustentado a su pueblo, material y espiritualmente, de formas extraordinarias. Leamos: “…no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan” (Sal. 37:25).

Entonces Dios, mediante su palabra, por medio de leyes, estatutos, principios y vivencias prácticas, ha educado y sustentado a sus hijos, desde Adán. Luego, Dios mismo apartó a Israel como su pueblo. Establece familias y padres como sacerdotes, los cuales habrían de educar a sus hijos. No había escuelas ni maestros seculares; aprendían oficios y algunas letras, acordes a su cultura. La lactancia materna era hasta los 5 años. Y luego del destete, el padre tomaba un papel de estricta formación multidisciplinaria. Pero algo sucedió.

Luego de la modernización y las demandas económicas y del sistema imperante, hicieron que fueran contratados maestros. Muchos de ellos descuidaron bastante de lo espiritual. Y junto con las ciencias de este siglo, se enredaron en filosofías y conceptos de otros pueblos paganos, que revolucionaron hasta la degeneración de los valores eternos, dictados en la ley de Jehová. La avaricia y el materialismo tomaron la mente y el corazón de todos los hombres.

El enfoque más enfático es formar a los niños desde las bases de su inocente mentalidad, para producir sistemáticamente, máquinas de producción, víctimas de la política; fundamentados en la economía y la vanidad, que es tal vez la potencia más confiable en las manos de Satanás. Veamos, tal vez, una disfrazada educación, con algunos aspectos rudimentarios de moral y ética, pero bajo el principio humanista: «El hombre por el hombre y para el hombre». No hay conceptos de eternidad ni de la existencia de un Dios, como «el Todopoderoso».

Y en ese poco reconocimiento, Dios los entregó a un espíritu de error. Culminando con una sociedad que produce automatización, induciendo al ser humano a su autodestrucción. Esto mediante perversidades de diferente índole. Como la degeneración sexual, libertad de género, zoofilia, derecho al aborto, el suicidio inducido como derecho mediante la eutanasia, el canibalismo, el consumo de drogas y estupefacientes, la producción en serie, la destrucción de recursos naturales, etc. Y en su estupor, hace crecer diversidad de extraños valores e inconcebibles como: ¡el derecho de los animales sobre los hombres! En donde “una cucaracha”, literalmente está arriba en la creación del ser hecho “a imagen y semejanza de Dios”.

Así, podríamos decir mil cosas más. Sin embargo, nuestro énfasis es en que la educación sistemática que está formando o deformando a la humanidad entera, está incluyendo a nuestros mismos hijos. Pero: ¿cómo nosotros podemos contribuir a exponer ante el mundo, que el conocimiento y formación bíblica son la única y mejor alternativa, para sobrevivir este poco de tiempo que vivamos sobre este mundo y dimensionar a nuestros hijos, mediante el conocimiento de Dios para vida eterna?

¿Qué hemos hecho y qué haremos en lo que nos corresponde?

Amado hermano, qué bueno es que como padres responsables, asumamos un papel analítico, en cuanto a qué tipo de educación seglar damos o estamos permitiendo en las frágiles mentes de nuestros hijos. Hasta dónde somos conscientes, que aunque el mundo tenga sus sistemas de educación establecidos, no podemos quedarnos de brazos cruzados, en espera de las cosechas de maldición que vienen a esta perversa generación. Somos nosotros, según dictan las Escrituras: “…linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 P. 2:9).

Ante semejante virtud y gloria de lo alto, creo que lo más correcto es que seamos vigilantes en cuanto a quiénes están educando a tus hijos y dependientes (nietos u otros). Quiénes son sus maestros y escuelas, quiénes son sus amigos. Ver su léxico, conducta, costumbres, celebraciones, juegos, manejo de redes sociales, hábitos de lectura y un sin fin de contaminaciones, que al final y cuando menos lo pienses, tal vez habrán llevado a perder a tu hijo.

Actúa responsablemente, porque un día cada uno entregará cuentas ante el tribunal de Dios, en cuanto a cómo fueron administradas las almas, que son de él y para él. Seamos sabios y consideremos esta sabiduría que es para vida. Ánimo, no bajes la guardia. Y recordemos las Escrituras: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6). Amén y Amén.