El mundo hoy, con su mucha ciencia -cuyos efectos son negativos-, y la cual profesando algunos se desviaron de la fe, menosprecia a Dios y es arrastrado por su príncipe que: mata, roba y destruye. Esta obra fue iniciada, engañando a Adán y a Eva, Y continúa acrecentándose porque cada año se hace mayor el menosprecio a Dios. Esa injusticia es pecado y la paga del pecado es muerte.

El apóstol Pablo escribe: “No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías (…) Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1Ts. 5:19-23).

En el mundo se experimenta miedo a lo que pasa y a lo que pueda suceder en el futuro. Pero para los que estamos conociendo y entendiendo a Dios, tenemos la misericordia con la venida de Jesucristo para cambiarnos y salvarnos, si le creemos y le amamos como él nos amó. Recibiendo la redención, el perdón de pecados y con ello la vida eterna, y con su Espíritu llevar al necesitado las buenas nuevas.

Dios habla y como hijos le oímos, porque el obedecer y el prestar atención es mejor que los sacrificios. Para los que hemos nacido del agua y del Espíritu nos dice: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.  Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa…” (Ef. 6:1-2) “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Pr. 3:11-12).

Estos pasajes son para la iglesia en estos últimos tiempos, en donde hay más ciencia con más educadores, experimentándose resultados adversos, negativos, alarmantes, como es la corrupción, los asesinatos, sodomía. En el tercer mundo, las cárceles son insuficientes, además del elevado número de embarazos en menores de edad. Porque la palabra nos dice: «lo que sembramos, cosechamos». Los de la tercera edad recuerdan que en su niñez y adolescencia, los asesinatos, eran imperceptibles. Un muerto se consideraba un escándalo del año. En la actualidad los asaltos y asesinatos son tan comunes y frecuentes al grado que todos manifiestan el miedo a morir. Recordemos que en el pasado no existían los derechos humanos y se daba importancia al temor a Dios. Se amaba a Dios y se practicaba la caridad. Con frecuencia se pensaba en los castigos de Dios.  El salmista dice a la iglesia: “Bienaventurado el hombre a quién tú, Jehová, corriges, y en tu ley lo instruyes” (Sal. 94:12).

Escrito está que la ley de Dios se cumple si amamos al prójimo y por ello ayudamos al necesitado, como obediencia a su palabra y el temor a sus juicios, como sucedió en la época de Noé.

Dios nos enseña en su palabra y en la iglesia a amar y servir como Cristo lo hizo. Cuando nos habla del juicio final, donde todas las naciones serán separadas en dos grupos, a unos los pone a su derecha (ovejas), a quienes les dice: “…Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros (…) De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda (cabritos) Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles (…) De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a  mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mt. 25:34-46).

Señor, rogamos tu Espíritu para amar al prójimo y llegar a tu presencia, donde estaremos eternamente en el nuevo cielo y tierra nueva, donde mora la justicia.  Amén.