El mundo busca la ética y la moral para propiciar actitudes democráticas y altruistas, pero ignoran el valor de la fe que viene por oír la palabra de Dios, en busca de mejorar la conducta, a lo que nosotros llamamos testimonio. Los actos, hábitos y el carácter de la población varían con la época y con las costumbres de cada pueblo. La conducta humana según los humanistas, es influida por las costumbres culturales, valores y creencias de cada comunidad compartiendo puntos de vista. Buscan en ello el crecimiento del conocimiento individual, motivando el desarrollo de un sentido crítico, o sea saber y conocer lo cual conduce a la instrucción. Sabiendo que la conducta humana servirá para cumplir con sus deberes en forma consciente inteligente y libre. Es sabido que el carácter de cada individuo depende de su propio esfuerzo.

En el camino de la fe todo se puede cuando Cristo da el poder, amor y dominio propio con el aporte de los hábitos. Así vemos que la sociedad sin Dios, busca el urbanismo, la democracia y el interés cada día por la cultura y la educación que está al alcance de todos. Por eso se está dando hoy menos analfabetismo, pasamos de una universidad privada que cubre todo el país. Es incomprensible que con más profesionales haya más corrupción, desnutrición, contaminación y más problemas ecológicos.

En el camino de la fe, Dios nos provee la palabra que no ha cambiado su contenido, pero cambia la vida de quienes la oímos y vivimos por fe, leamos: “Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos” (Is.54:13). Y nos agrega “…Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura” (Is.55:2). Contamos con el Maestro que nos enseña por amor y con amor, leamos: “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado…” (Jn.13:13-15).

El Maestro vino al mundo para enseñar la cultura celestial: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:11-12). Esta es la iglesia unida que reconoce como cabeza al Hijo de Dios, que fue fundada para amar y servir sin distingo de clases sociales. ¡Gloria a Dios por su palabra! que cae en buena tierra y que está dando fruto.

Pablo, como fruto de esta palabra, le dice a su discípulo Timoteo: “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2Ti.1:5). Vemos la palabra de Dios en su Hijo, a Cristo para convertir a Saulo por Pablo; Pablo a Timoteo que fue instruido en casa por la abuela y la madre. ¡Gracias Señor por tu palabra que nos llegó y nos cambió de ciudadanía y de cultura!

Ampliándonos en la palabra que recibimos, recordamos el llamado, estando cargados y cansados: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt.11:28 y 29).

Para reflexionar leamos: “…mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y  útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2Ti. 3:13-17). Si hace dos siglos estaban presentes hombres que engañan, roban, matan y destruyen ¿cómo estamos hoy? Ya no caben en las cárceles, hay muchos juicios por corrupción, violación, vandalismo, etc.

Gracias Señor por tu palabra, por tu enseñanza y por tus promesas que hay; el amor se enfría, la fe escasea y la ciencia aumenta, tenemos tu promesa que el fin se acerca.

Por ello recordemos: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre…” (Pr.1:8). Recibamos esta promesa: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil.4:9). Dios nos guarde del mundo y su cultura. Amén y Amén.