Sólo el significado de la palabra resucitar es, humanamente hablando, imposible; significa: «devolver la vida a un muerto». Es un misterio que a lo largo de los siglos muchísimos hombres, desde brujos satánicos, alquimistas, seudo científicos y científicos, han querido descubrir el poder de resucitar. Cosa que hasta el día de hoy y a pesar del avance científico y tecnológico el hombre aún no lo ha logrado, ni lo podrá hacer.  Y es que la resurrección es ir contra naturaleza, es romper las normas de la vida que Dios, en su soberanía, estableció y nadie, absolutamente nadie, puede romper.
  El hombre daría cualquier cosa por alcanzar semejante poder. Ya se imagina usted mi querido hermano ¿qué pasaría si en las manos de cualquier mortal o Satanás mismo estuviera semejante poder? Este sería capaz de manipular a toda la raza humana ofreciendo ese beneficio, sin importar que clase de gente resucitaría. Además de eso, Dios formó al hombre del polvo y le dio espíritu de vida y alma. ¿Cómo resucitarían estos fenómenos si el alma ya no regresa al mismo cuerpo? ¿Qué clase de seres poblarían la tierra?

¡Gracias a Dios! Que sólo en él está el poder de la vida y de la muerte y él es el único que podría ejecutar semejante milagro de devolver la vida a un muerto.  Leamos: “En su mano está el alma de todo viviente, Y el hálito de todo el género humano” (Job 12:10). Más adelante dice la palabra de Dios: “El espíritu de Dios me hizo, Y el soplo del Omnipotente me dio vida” (Job 33:4).  En ambos versículos hay una afirmación categórica y es que la vida es un don, cuyo propietario exclusivo es Dios y nadie más.  La autoría original de la vida del hombre está en Dios, leamos: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gn.2:7).  Es necesario resaltar que a lo largo de la historia bíblica, hay muchos relatos de  resucitados, estos fueron antes de la manifestación del hijo de Dios, como por ejemplo: El hijo de la viuda de Sarepta que ayudó al profeta Elías 1 Reyes 17:21-22. Otro caso es el hijo de la sunamita resucitado por Eliseo 2 Reyes 4:32-35, etc. También durante el ministerio de Jesucristo hubieron muchos resucitados, tales como: Lázaro Sn. Juan 11:43-44; el hijo de una viuda en Naín Lucas 7:14-15; los resucitados el día que el Señor Jesús murió Mateo 27:51-53; la hija de Jairo, un principal de Israel Mateo 9:23-25, etc.  Pero en todos estos casos hay un factor en común, todos volvieron a morir, pues Jesucristo todavía no había vencido a la muerte mediante el poder de Dios en la resurrección de entre los muertos, ni se había presentado ante su padre como las primicias de semejante acontecimiento y manifestación del poder de Dios. Ya de por sí, el hecho de hacerlos vivir de nuevo era algo imposible para los hombres, maravilloso y espectacular.

Quiero tomar como ejemplo de lo maravilloso y milagroso que es la resurrección física, sea esta en cuerpos mortales o glorificados como parangón (comparación), de la cual hace mención el apóstol Pablo, leamos: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo…” (Col.3:1). Pablo hace esa afirmación hipotética a los colosenses, dando a entender del tremendo poder de Dios que ha de manifestarse a través de la fe en Jesucristo, para levantarse de en medio de una generación de muertos con vida. La resurrección a una nueva vida es, al igual que la resurrección física, imposible sin el poder de Dios, el cual es el único que nos puede cambiar.  La falta de esta experiencia real, hace que muchos hermanos lleven una vida cargada de apariencias y simulaciones.  Llevan vidas frustradas sin paz y asediados de los males antiguos que gobernaban sus vidas, llenos de aflicciones y ambiciones, como las tienen los que no conocen a Dios.  Y continua diciendo el apóstol Pablo: “…buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (v.1).  ¿Por qué se abate mi amado hermano? ¿Se angustia su alma por las cosas terrenales, debiendo fijar su mirada, allí donde está Cristo? Pero ¿sabe por qué no lo podemos hacer? Porque no hemos nacido de nuevo. La resurrección, ese portento milagroso, no se ha operado en usted. No pone su mirada en las cosas de arriba sino en las de la tierra, porque le es imposible; es un verdadero milagro, insisto, el nacer de nuevo, el ser una nueva criatura como lo diría el apóstol Pablo.  Es por eso que más adelante (v.5) dice: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia…” ¿Cómo es posible que se oiga entre los cristianos estos casos? No cabe duda que son una generación extraña no engendrada por el espíritu de Dios, cuya labor diabólica es desacreditar el santo evangelio de Jesucristo y su eficacia en la vida de los hombres.  Presentemos a nuestro buen Dios ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas para obtener su oportuno socorro, ante las diversas tentaciones y pruebas que tenemos en la vida.  Que Dios les bendiga.  Amén.