Todos hablamos del pecado quizá como algo malo y perverso, que de hecho lo es. Pero hoy quiero referirme a sus orígenes y a los principios de toda una estrategia e inteligencia, la cual está dirigida a uno o varios objetivos. El propósito fundamental del pecado, es la destrucción sistemática de todo lo creado por Dios. Y principalmente, lo más representativo en cuanto a su obra creadora perfecta que es el «hombre». El creador puso en derredor de éste, una serie de valores, leyes y principios, que como ejes y pivotes harían funcionar todo un sistema exacto de engranajes colaterales. Estos, en su diseño estaban provistos para no fallar; siempre y cuando se respetasen todas y cada una de aquellas reglas, pre concebidas en la mente excelsa de nuestro grande y sabio Dios.

En este sentido, el diseño del hombre dentro de su perfecto sistema, estaba mediante todo procedimiento evolutivo y de regeneración, diseñado para perpetuidad: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera…” (Gn. 1:31). Ante esta obra perfecta, ya concluida, nace la advertencia divina: «Si guardas mis valores, leyes y principios, vivirás», esto habla de eternidad; pero: «Si pierdes estas formas, simplemente, morirás». Leamos: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal (otras leyes incoherentes a las establecidas por Dios) no comerás, porque el día que de él comieres (…) morirás” (Gn. 2:16-17).

 

¿Entonces qué es el pecado?

Sin mayores principios intelectuales ni filosóficos, diremos: «Pecado es simplemente pasar por alto las leyes de Dios, el creador; y oír, abrazar y obedecer otras leyes, las cuales fueron creadas por una inteligencia maligna y perversa, con el objetivo de destruir y menospreciar lo perfecto». Con esta modalidad en el cambio de leyes, se inicia una cadena sistemática de eventos para tropezar en lo establecido por Dios. Paulatinamente, como un cáncer, se difunde en todo lo creado, socavando los cimientos de lo perfecto hasta destruir totalmente la obra de Dios.

 

¿Cómo y cuáles son los mecanismos destructivos del pecado?

Si ponemos como ejemplo el significado de la salud, se dice que: «Es un estado de equilibrio, en cuanto a todas las funciones de un organismo, que incluyen lo material y aun lo abstracto, con ausencia total de enfermedad». Entonces, qué sucede cuando alguien es contagiado e infestado por microbios, virus o bacterias, que al ingresar a un cuerpo, invaden todo su sistema destruyendo paulatinamente las células sanas. Por consiguiente, se enferma y si los mecanismos de defensa no actúan, el tema infeccioso terminará con la muerte. Entonces diríamos que a mayor infestación de microbios, será peor el pronóstico y más rápido el deceso.

Exactamente así es el pecado. Es como una infestación de microorganismos o bacterias (llámense: mentira, odio, rencor, avaricia, lujuria, desobediencia, etc.,) en la vida espiritual del individuo. Luego, se van multiplicando e invadiendo «órganos y sistemas» del alma misma, los cuales hacen degenerar dentro de aquel ser su vida misma. Esta disfunción llevará, al final de todo, a la muerte espiritual, que significa el alejamiento de Dios a la vida del hombre. Esto es propiciado no por Dios, sino por el mismo hombre, quien ha menospreciado los valores eternos generados por la inteligencia y sabiduría divina; haciendo vivas las palabras del Altísimo: “El alma que pecare, esa morirá…” (Ez. 18:20). Y dice también: “…separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5).

Entonces, todo proceso de enfermedad lleva como principio romper todo estado de equilibrio y en este caso a mayor pecado, mayor enfermedad. Lamentablemente, si hablamos en términos biológicos, cuando los padres constantemente son expuestos a una enfermedad, estos terminan aun mutando y destruyendo sus mismos elementos cromosómicos (los encargados de transmitir la herencia). Cambiando la salud por enfermedades congénitas, las cuales harán de las nuevas generaciones, víctimas de enfermedades degenerativas y extrañas en extremo. Existen actualmente, las enfermedades llamadas «auto inmunes», las cuales son tal su degeneración, que atacan las defensas (glóbulos blancos y otros) y aun el mismo organismo humano que supuestamente están cuidando. ¡Horrendo! ¿O no…?

Volvamos ahora al pecado en el hombre, leamos: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres (herencia de pecado)…” (Ro. 5:12). Así, vemos actualmente pecados tan aberrantes y nunca vistos, que progresivamente van de mal en peor como las masacres, torturas, etc. Los protagonistas, son hombres sin el menor temor en cuanto al respeto a Dios y sus principios.

La ciencia habla de las enfermedades del siglo y yo digo análogamente: «los pecados del siglo», siendo que cada vez más la desobediencia a lo establecido como principio divino, es anulada dentro de la llamada “civilización moderna”, lo que llevará a ésta a la muerte eterna. Además, hago notar que el enfermo, por sí mismo nunca podrá curarse, ya que por su estado es incapaz. Por lo cual, tendrá que acudir a alguien, fuera de él, para ser sanado. Hablando espiritualmente, sólo Cristo será la salida.

Amado hermano, si Satanás usó de inteligencia para ganar sus objetivos, nosotros usemos de esa inteligencia manifiesta en nuestro Señor Jesucristo, por medio de la obediencia a las leyes divinas. Busquemos en el obedecer esa poderosa victoria espiritual, como mecanismo en contra de esa bacteria mortal llamada pecado. ¡Señor, líbranos del pecado y viviremos! Así sea. Amén y amén.