Amados hermanos y lectores, quizás este tema se estime tan simple o poco espiritual. Pero creo que es tan profundo, como uno de los pilares de nuestra vida aquí y, además, en una proyección para la eternidad, como uno de los dones del Espíritu Santo. Y es que todos los seres humanos necesitamos de este tan maravilloso: «don de la paciencia».

Estamos viviendo en una vertiginosa corriente amazónica tan amplia, que ocupa a casi todo el cosmos. Y precisamente, es el impulsor central de: “esto es para ya”, “a más tardar, para mañana”. Y en expresiones tan absurdas como: “¡lo quiero para ayer!”. Aunque metafóricamente, lleva una intención implícita de presionar y exigir aquello que quiero, «porque lo quiero», aunque tenga un costo extra y aunque tal vez sea para embodegarlo. De allí, el éxito moderno de la mensajería motorizada y otras formas de “entrega express”.

Como anécdota, vi con mucha preocupación y tristeza a un joven motorista, postrado, ensangrentado y mal herido, tirado sobre el asfalto. Me detuve al ver la escena y me acerqué para ayudarle. Éste lloraba confusamente. Pero su mayor angustia y dolor era: «el pedido, “la pizza”, me la van a cobrar por no entregar a tiempo».

El marketing ha marcado la vida y ha programado la mente de los pobres hombres, utilizados en su necesidad, para cumplir caprichos sociales a costa incluso de entregar su vida misma, porque «urge, es para hoy». Mientras el comensal, al llegar el pedido mira el reloj y exclama al que le entrega, despectivamente: «¡te atrasaste un minuto patojo!» y sonríe, es gratis entonces, ¿verdad? En esto consiste el éxito de las ventas de comida rápida, los autoservicios, ropa, utensilios y enseres totalmente desechables. Y quiero otro, «también para hoy» y desechable para el próximo cambio.

Lamentablemente, este fenómeno real, pero absurdo, prevalece hasta en el ambiente cristiano, en donde a pesar de haber profesado alguien su fe únicamente en Jesucristo, es envuelto en este sistema, sufriendo las mismas angustias, ansiedades y las depresiones que viven todos los hombres. Pero recuerda esto: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable…” (1 P. 2:9). Esta es una maravillosa connotación de vida. Y aunque no deberíamos de ser afectados por este sistema, sí lo somos, ya que: “…el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). Esta forma ya domina el medio y exige la aceptación de su propio esquema de vida integral.

Ahora, nosotros como ese pueblo escogido de Dios, debemos de considerar que: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces…” (Stg. 1:17). Sin embargo, Dios ha considerado un proceso formativo en cada una de nuestras vidas, según la obra y el efecto que el mundo y su sistema ha depositado en nuestra alma como contaminante, formándola a su manera. De allí, que no es el mismo proceso de limpieza y purificación para el oro, la plata u otros minerales, aunque todos son metales.

En nuestra vida entonces, la purificación y descontaminación será evaluada y trabajada para cada ser en particular, para alcanzar un propósito sabio y preciso, leamos: “Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente” (Mt. 9:17). Entonces la paciencia, como don de Dios, tendrá que ser formada bajo el fuego purificador de la necesidad y la prueba, manifiesta en enfermedades, escaseces, desiertos en donde nos encontramos solos, duelos, pérdidas, fracasos, etc.

El trabajo es arduo y sistemático, pero divino; y durará de acuerdo al grado de impregnación que sufrimos, viviendo dentro del mundo. La palabra es clara al definir en su contenido, cómo se obtiene al final de la prueba, «la paciencia», leamos: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe «produce paciencia». Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Stg. 1:2-4). Entendamos que sin prueba no hay dones, porque es necesario el desarraigamiento de la cultura mundana para poder ser depositarios del maravilloso «don» de la paciencia, el cual el mundo no conoce.

Amado hermano, la figura y la idea debe de ser absolutamente clara para cada escogido. Para que cuando venga la «obra benévola de la limpieza», estemos claros en el propósito divino en el bien de nuestras vidas, aunque a veces duele mucho. ¡Bendito sea el Señor! Quien está formando nuevos valores eternos, manifiestos en las Sagradas Escrituras y la afirmación del Espíritu Santo, el cual siempre nos guiará a toda justicia.

Pero además, soportemos en silencio, esperanza, fe y buen ánimo, cada circunstancia, ya que de lo contrario, los procesos formativos serán más prolongados y dolorosos. Renuncia a tus razonamientos y a tu propia prudencia, y déjate caer sobre los brazos del «amado» y siempre llegarás a buenos pastos, y tu alma crecerá y crecerá porque él es fiel. Al Señor sea toda gloria, honra y alabanza. Gracias Señor, por tomarnos en cuenta en tu proyecto eterno. Amén y Amén.