Deja los sueños. No busques vanidades. Habla con prudencia. Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque nuestras acciones él las juzgará. “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt.10:28). Si hemos nacido de nuevo: “…El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (He.13:6). Porque, mejor es confiar en Jehová, que en el hombre o en príncipes. No los sigamos, imitemos a Jesucristo aunque padezcamos cárcel y tribulaciones: “…Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap.2:10).

La Vida: es un todo que encierra la carne, el corazón, la sangre, para una función física. La vida es un don supremo. La vida del hombre depende de nuestra actitud frente a la Palabra de Dios: de obediencia o desobediencia.  Leamos: “Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán” (Pr.3:1-2). Pablo nos da el valor del amor de Dios: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro.8:38-39).

 Para tener esta convicción, necesitamos nacer de nuevo al oír el llamado. Dejamos el engaño del mundo, cuando tenemos la llenura del Espíritu Santo, sirviendo a Dios por amor y amando al prójimo, manteniendo la íntima comunión con Dios, oyendo su palabra. Creyendo que Cristo fue enviado para que tengamos vida eterna y seamos libres de la condenación, pasando de muerte a vida. Si no tenemos el Espíritu, nos aferramos por obtener valor en el mundo, buscando el árbol de la ciencia del bien y mal, y el dinero.

 Dios nos dice: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” Lo que Jesús nos dice: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn. 17:3). Si creemos y nacemos a la nueva vida, somos libres de Satanás y del pecado. Jesucristo nos dice: “…Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mt.16:24).

En esto se prueba si amamos a la familia y al mundo: “…De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna” (Mr.10:29-30). Leamos también esta invitación que Jesús nos hace: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Jn.6:51).

Esto explica el amor de Dios, leamos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn.3:16). Bendición que se hace realidad, si oímos su palabra con temor, la obedecemos y practicamos su amor, llevando el testimonio del nuevo nacimiento. Con su Espíritu, vamos por el mundo comunicando las buenas nuevas a los que están atrapados por las vanidades que usa el enemigo que engaña y mata. Porque el alma que pecare, ésa morirá.

Recordemos que el amor al dinero es la raíz de todos los males. Por eso el Hijo de Dios nos dice: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lc.12:15). Si hemos renacido tenemos: “…una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 P.1:3-5).

Hermano, pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna. No duermas, pelea con fe y obtendremos la vida eterna. Salgamos al mundo, alumbrando en las tinieblas, anunciando el reino de los cielos y la corona de la vida. Amén.