Hoy, recuerdo una expresión de hace muchos años, que decía: “La religión es la forma humana de acercarse a Dios; mientras que Cristo es la solución divina para salvación y vida eterna. La religión usa las ciencias sociales, políticas y diplomáticas que, mediante filosofías, apoyan teorías basadas en el razonamiento humano. La concepción de una falsa libertad y un humanismo extremo, pretenden, mediante la obligación de la conciencia y alimentación de la culpa, sensibilizar la mente y los sentimientos. Luego, con estrategias de las ciencias políticas y diplomáticas, doblegan a los humanos a los caprichos de un ser pensante, cuyo objetivo es crear leyes, estatutos y normas, basadas en sus propias ideas; sacando provecho o beneficio de toda índole, que correspondan al hecho de satisfacer avaricias, delirios de grandeza, apoyo sentimental y otros.

Esta idea, por supuesto, es satánica, ya que viene desde los inicios de la humanidad, cuando el hombre rehusó la guía divina para sobrevivir en un mundo creado por el mismo Dios. Es, entonces, cuando -al aceptar el árbol de ciencia y conocimiento del bien y del mal- el hombre asume toda responsabilidad en la administración de su propia vida. Transformando sus razonamientos en “ciencia”, en base a la observancia de su entorno; envuelto, además, en la vanidad de su mente. Esta fórmula fue aplicada a todo su sistema de vida, desde su supervivencia biológica, hasta buscando alcanzar la inmortalidad.

Ahora veamos: ¿qué es lo que hoy nos ocupa? Y es precisamente que: paralelo al capricho del hombre, también se ha manifestado la gracia y amor divino. Ya que mediante la labor de profetas, pastores, señales y la presencia misma de la palabra, con la culminación del advenimiento del Hijo y la convivencia del Paracleto, Dios mismo muestra su benevolencia perfecta. Ante tanta religión viene Cristo, no como una filosofía, razonamiento o ciencia humana, sino como la mejor expectativa de vida, digna de ser imitada. Leamos: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mi” (Jn. 14:6).

Además, en esta intervención, las obras no cuentan para salvación, sino como resultado de gratitud por ella: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8-9). En todo este plan divino, el hombre y sus ideas quedan totalmente excluidos e inoperantes ante la grandeza del creador de todo lo existente.

Si analizamos, entonces, el problema de la religión, es que ésta es eminentemente humana y como tal, tendrá que echar mano de su ciencia y en este caso particular, de la política y la diplomacia. Si lo vemos históricamente, siempre en la sociedad vemos amarrados y ligados, a un sacerdote y a un político, tomando decisiones respecto al gobierno de las mismas masas. Estos se coadyuvan íntimamente, alcanzado aun dominios económicos y poderío absoluto. Sin hacernos dejar mentir de cuantos “siervos de Dios”, se sirven a sí mismos, ocupando puestos políticos y de gobierno, los cuales son inducidos a la injusticia a todo nivel. Jesús dijo: “Mi reino no es de este mundo…” (Jn. 18:36). Y si por las riquezas: “…el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” (Mt. 8:20). Y qué diremos sobre la aplicación de la diplomacia, como principio de conciliación. Pero nunca habrá conciliación entre el reino de Dios y el reino de Satanás.

Sin embargo, estos principios de diplomacia, que nacen en la antigua Grecia, se trasladan a su heredera Roma. Y es en el año 325 DC, en donde Constantino decide conciliar diplomáticamente a cuanta religión y cultura se le ocurre. De esto habría de sacar además, provecho político y económico, naciendo así formalmente el primer movimiento ecuménico universal y luego, después del protestantismo liderado por Lutero, queda un gen persistente de contaminación en todo género religioso. Pero, qué pasa actualmente con casi todos los movimientos aun evangélicos. Estos, en su afán de patrocinio de pequeños o grandes inversionistas de todo orden, venden sus convicciones al mejor postor y terminan postrados ante la eminencia de un sistema corrupto que ya no vela por la salvación de las almas, sino por su propio financiamiento para llenar las expectativas de una mejor manera de vivir sobre este mundo, estimando aun sus glorias como algún don divino.

¡Qué pasa entonces iglesia de hoy! Estamos contradiciendo todo lo que el Maestro nos enseñó con palabras y conducta, cuando él trajo toda la verdad y por ella fue condenado a la muerte, cuando expresa “que no recibe gloria de los hombres”. Habla con sinceridad a su amigo Pedro: “apártate de mí Satanás”. Habla con toda autoridad a los religiosos del momento: “lobos con piel de oveja” y “sepulcros blanqueados”. También nos expresa el Señor que: “no hay relación entre las luz y la tinieblas”. Y qué podemos decir del apóstol Pablo cuando expresa: “me he hecho enemigo de vosotros por deciros la verdad”. Y qué diremos, entonces, cuando por hacer permanecer una membrecía, principalmente de buena condición social o económica, nos manipulan para aceptar lo que Dios no tolera. Iglesia, hablo a la verdadera iglesia del Señor, despertemos al verdadero celo, con ciencia, en el amor a Dios y a las almas, y sigamos con paciencia y fe nuestra ruta, perseverando en el bien hacer y en la esperanza de alcanzar la sublime misericordia y el poder un día, estar en la presencia de nuestro buen Dios. Así sea. Amén y Amén.