La maldad y la gracia de Dios

“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” (Gn. 6:5-8). Noé halló gracia y construyó un arca para salvarse él, su familia y todos los animales que Dios le ordenó.

Noé se salvó por ser justo, recto, perfecto y predicador de justicia. Con temor preparó el arca y por su fe condenó al mundo. Los hombres de renombre son malos cuando no tienen a Dios en su vida; son orgullosos, se sobre estiman por sus logros o por tener la ciencia que engaña. La palabra de Dios dice: “…¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?…” (Mt. 16:26).

La fe de Noé, de Abraham y de Lot, la encontramos en Jesús, quien dice a su iglesia: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn. 3:36). Para esta bendición necesitamos permanecer en él y él en nosotros para llevar fruto: “…porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5). Esto se logra oyendo la palabra, escudriñando las Escrituras -donde hay vida eterna-, y preparándonos para el fin de los últimos tiempos en donde el amor se enfría, la fe escasea y la ciencia aumenta.

Destrucción de Sodoma y Gomorra

Lot recibió a dos ángeles, los de Sodoma dijeron a Lot: “…Sácalos, para que los conozcamos (…) Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad. He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente que a estos varones no hagáis nada (…) metieron a Lot en casa con ellos, y cerraron la puerta. Y a los hombres que estaban a la puerta de la casa hirieron con ceguera desde el menor hasta el mayor (…) Y dijeron los varones a Lot: …todo lo que tienes en la ciudad, sácalo de este lugar; porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto  delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo (…) los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad”. (Gn. 19:5-15). Dios es amor, pero también es fuego consumidor. Dios hizo llover sobre Sodoma y Gomorra fuego y azufre.

Pablo escribe a la iglesia: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad…” (Ro. 1:17-18). En el día del Señor, los cielos y la tierra están guardados para el fuego como juicio por la perdición del hombre. Leamos: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:11-13).

En cuanto a la santidad, Dios nos dice: “…Sed santos, porque yo soy santo” (1 P. 1:16). “Seguid… la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (He. 12:14). Para gozar de este privilegio, después del bautismo en agua el Señor nos bautiza con Espíritu Santo y fuego.

Daniel escribe: “…y será tiempo de angustia (…) pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Dn. 12:1-3).

Hermano, el final está cerca, hay violencia y no hay justicia. Pero nosotros hemos sido justificados por el Señor para enseñar la justicia con nuestra vida. Para que los que no conozcan la verdad crean que Dios nos ha cambiado para su gloria, enseñando que todo es posible cuando Cristo nos fortalece. Que el Señor les bendiga. Amén.