Es más que claro el inminente fin de todos los siglos. Iniciando desde las “señales de la higuera” y bastando, sólo con echar un vistazo a nuestro entorno, mediante la destrucción del ecosistema: que sólo es cosa de esperar la detonación apocalíptica y la historia tomará un rumbo totalmente diferente, en donde ha de manifestarse la “GLORIA DIVINA”, por medio de la verdadera justicia. Es allí, en donde cada ser humano daremos cuenta a él por nuestros hechos, sean buenos o malos. Esto será real y contundente. Nadie podrá justificarse por sí mismo ante su presencia. Pero mientras este momento espectacular llegue a su cumplimiento, Satanás, que sabe que le queda poco tiempo, ha de emplear su armamento y estrategias más sofisticadas para ganar adeptos, condenándolos junto con él.

En esta hora quiero compartir a tu alma que una de las debilidades más destructoras de cualquier ser humano es “el miedo”, que es una sensación de angustia, provocada por la presencia de un peligro real o imaginario, lo cual lleva al extremo del “terror”. Pero algo importante, es que el miedo en su mayoría es un acto aprendido o inducido. Luego en esta condición, cualquier simple es manipulado de mil formas, reduciendo su voluntad a la mínima expresión y en esta desventajosa posición, es engañado por cualquier cosa: filosofía, falsas profecías, noticias amarillistas, doctrinas de demonios, especulaciones aun bíblicas y falsas interpretaciones de los fenómenos naturales, por la mal llamada ciencia, etc.

Esto lleva estrepitosamente a la humanidad a una verdadera “psicosis universal”, en la cual ya no hay entendimiento ni razonamiento equilibrado. Ante la misma injusticia, así como el juicio a Israel: “He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír palabra de Jehová… E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová y no la hallarán” (Am. 8:11-12). El hombre, sin palabra de Dios ni argumentos espirituales, es una víctima fácil para el surgimiento de lo que revela la escritura: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató… Y muchos seguirán sus disoluciones… y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras  fingidas…” (2 P. 2:1-3).

También el Señor Jesucristo nos advierte sobre que “nadie os engañe”, porque algunos dirán ser el mismo Cristo, con la advertencia que “a muchos engañarán”, y habla de guerras y advierte: “NO OS TURBÉIS”. Adicional, habla de pestes, hambres, terremotos, persecuciones, falsos profetas, falsos Cristos haciendo grandes señales y prodigios (léase Mateo 24:1-51).

¿Y entonces, cómo no ser engañado?

 

Uno de los elementos fundamentales es el conocimiento de la bendita palabra de Dios, porque: “en ella hay palabras de vida eterna”. El apóstol Pablo, advierte a Timoteo que use bien la palabra, evitando vanas palabrerías. Además, el Señor nos dice que: “por el fruto se conoce el árbol”. También es importante lo que expresa el apóstol Juan: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo” (2 Jn. 9). Muchos llamados “cristianos” son engañados, ya que dan la bienvenida a cualquier “falso” sólo porque trae una Biblia bajo el brazo o nos hace referencia de algunos estudios o títulos de doctos o sabiondos del evangelio. Mencionando siempre el apóstol Juan: “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina (la de Jesucristo), no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (V.10-11).

Esto parece muy radical pero es la palabra, la cual se confirma cuando el apóstol Pablo exhorta a la iglesia de Galacia: “…Si alguno os predica diferente  evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gá. 1:9). Así también, hay formas de conducta en los falsos que saltan a la vista, tales como los que declara el apóstol Judas, el cual habla de aquellos seguidores de Caín, los cuales no están de acuerdo con Dios; o como Balaam que fue tras la avaricia de su corazón; y Coré, que se sobrepone a la autoridad de Moisés y todos disfrazados como ministros de justicia (lobos con piel de oveja).

 

¿Por qué hablamos de psicosis del fin?

 

Porque ante un mundo en el cual se habla de guerras en medio oriente y otras, hasta quizá una tercera guerra mundial, la gente está “psicótica”. Dicho en otras palabras: enajenada, obsesiva, confundida, alienada, paranoica, hasta “Esquizofrénica”. Y en esta condición, hay un gran riesgo aun de los escogidos al oír los medios de comunicación a cualquier nivel, incluyendo mensajes “evangélicos” acondicionados para conseguir terror y con esto traer a sus congregaciones gente simple, incapaz de ir a las escrituras y escudriñar la verdad.

¡Cuidado! pueblo verdadero de Dios porque la palabra, al contrario de miedo, nos muestra un panorama fascinante: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lc. 21:28). Sólo preparémonos en el conocimiento y el Espíritu de Dios, manteniendo una actitud de alerta, con las lámparas encendidas y mucho aceite para poder recibir al Señor en las nubes, en el anhelo de participar felizmente en las bodas del cordero y de allí hasta la eternidad. Así sea. Amén y Amén.