Si hay algo que no podemos negar por su elocuente manifestación a nivel mundial, es la corrupción. No hay nación en el mundo que no esté afectada por este flagelo perverso y satánico.  No cabe duda que el poder del soborno sea más letal y destructivo que el de las pestes, pues corrompe y mata el cuerpo y el alma.  Se entiende como soborno, el dar dinero o presentes a alguien para conseguir algo de forma ilícita. Dice la palabra de Dios: “Maldito el que recibiere soborno…” (Dt.27:25).  También en el libro de Éxodo, Dios mandaba a su pueblo lo siguiente: “No recibirás presente; porque el presente ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos” (Éx.23:8).

El soborno altera la moral y ética de honradez, echa a perder, deprava y pudre al hombre. El soborno pervierte a toda persona, sin importar cuán alta y grande sea su posición. El soborno huele mal y acarrea consigo mismo el castigo. Pero debemos entender que el soborno no es obligatorio. Todos estamos en la delicada posición de decidir por nosotros mismos, haciendo uso de nuestro libre albedrío. Pero es tan fuerte el poder del soborno, que hace mover, impulsar y hasta excita el ánimo de cualquier persona, aun a los ángeles.

Sin temor a exagerar, el primer sobornador fue Satanás en el cielo. El ofreció «no sé qué cosas» a los ángeles y muchos de ellos –miles-, aceptaron el soborno de Satanás, corrompiéndose a tal extremo que el juicio de Dios sobre aquellos ángeles que no «guardaron su dignidad» fue terrible: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día…” (Jud.6). La corrupción es irreversible cuando ha llegado a lo más profundo del ser que es el alma, la pudre y lo que queda es la expectativa del juicio eterno. No hay escape, sino sólo una horrenda expectación de juicio y fuego eterno que ha de devorar a los pecadores.

Huya de la corrupción provocada por el soborno, mantenga firme y seguras sus convicciones ante las propuestas diabólicas del mundo. No permita que Satanás prostituya su alma. El dinero lo pudre todo, por eso dice la palabra de Dios: “…porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Ti.6:10).  El diablo está tan convencido de la efectividad del soborno como instrumento para corromper, que se atrevió a utilizarlo aún con nuestro Señor Jesucristo. Creyó que si le funcionó con los ángeles, también con el Hijo de Dios le funcionaría, leamos: “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mt.4:8-9).

La intención del sobornador es que el sobornado haga algo ilícito, a cambio del presente que ofrece. En este caso de la tentación a Jesús, lo sobornó para que le adorare a él (Satanás) y no a Dios. Por eso le dice Satanás: «Todo esto te daré si postrado me adorares». En Cristo Jesús estaba la decisión ante semejante propuesta. Satanás no podía obligarlo, sino sólo sobornarlo. Leamos: “Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (V.10). Observe la firmeza de las palabras del Señor Jesús «escrito está» y vea la intención de Satanás al sobornar a Jesús para que lo adorara y lo sirviera.

Mis amados hermanos, al diablo no le funcionó esto con Jesús. Pero tristemente, muchos hombres -por no decir todos-, han aceptado de buena gana la propuesta de Satanás. Y que conste que el diablo no ha llegado al extremo de ofrecerles «todos los reinos y sus glorias», muchos salen sumamente baratos. En este momento, millones han perdido la fe, la esperanza, el amor, la paz, la fidelidad, la dignidad, etc. Ahora son siervos del diablo y adoradores de su sistema mundano.  Han dejado a Dios, a su pueblo, a sus familias y muchas otras cosas más, por el soborno que el diablo les ha ofrecido.

En este momento, millones de estas personas son atravesadas por muchos dolores y quebrantos.  Dice la palabra de Dios: “Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia (…) Quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente admitió cohecho (soborno a un juez). El que hace estas cosas, no resbalará jamás. (Sal.15:1-5). El poder del soborno satánico no tiene límites. La prostitución espiritual llega a todas las esferas, administraciones públicas, grandes iglesias y hasta la más pequeña secta.

Huye de estas cosas pueblo de Dios, porque «al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás». Dijo el Señor Jesús, que mejor deberíamos de «hacer tesoros en el cielo». La propuesta de Dios es diferente, es vida eterna en el cielo a través de la sangre de Jesucristo. ¿Qué decides tú, mi querido hermano o amigo? ¿Servir al Dios vivo o a Satanás en el mundo? Que Dios nos ayude.  Amén.